Octubre de 1910. Los primeros días de aquel mes debieron ser muy intensos para el gran periodista y escritor tinerfeño Leoncio Rodríguez. El que ya era maestro de periodistas, pese a su juventud, el día 10 recogió sus cosas de la Redacción de «El Progreso» . Al día siguiente, martes, el «Diario Republicano Autonomista» no tenía reparos en reconocer, en primera página y con destacados caracteres tipográficos: «Leoncio Rodríguez y González ha dejado de pertenecer a la Redacción de este diario».
Luego de ciertos temores y vacilaciones, definitivamente vencida la concreta tentación de realizar fuera de Canarias sus sueños de escritor, alumbra «La Prensa», el sábado 15, como diario de tarde. A partir del día 31 del mismo mes, el periódico comenzó a salir a la calle como diario de la mañana de Santa Cruz de Tenerife, población entonces de unas 40.000 almas. Constaba de una sola hoja y se vendía a 5 céntimos el ejemplar. La impresión se hacía en una máquina plana y se componía totalmente a mano.
La excelente aceptación obtenida aconsejaba introducir mejoras en el periódico, pero se desencadenó la Primera Guerra Mundial y el periódico siguió con una sola hoja, editado a duras penas. La primera rotativa, una «Koening Bauer», se instaló en el edificio que ocupaba el diario en la céntrica calle Valentín Sanz desde su fundación. Fue en 1925 cuando dispuso de una linotipia y las ediciones comenzaron a ser de 6 páginas el ejemplar, pasando pronto a 8, que era el número máximo que admitía la rotativa.
Siguió «La Prensa» captando más lectores asiduos, y con el mayor auge y crecimiento de la población se hicieron nuevos planes de mejora y perfeccionamiento. Consultada la Casa «Koening Bauner», se llegó a la conclusión de que no podía ampliarse la rotativa que teníamos en funcionamiento por falta de material y de espacio. Se recurrió a hacer con frecuencia dobles tiradas, para dotar al periódico de 12-16 páginas en determinados días o cuando los acontecimientos lo aconsejaban.
La Guerra Civil señaló para el periódico un nuevo compás de espera. Cortado casi radicalmente el suministro de materias primas, que en su mayoría procedían de Alemania, la publicación atravesó una dificil etapa, lógica de las circunstancias. Se impuso el cambio, sin base legal alguna, de «La Prensa» por «EL DÍA», a partir de 1939, más exactamente de febrero, cuando un 14 de dicho mes ve la luz por última vez el periódico de don Leoncio. Salía a la calle el número 10.885 de su larga y fructífera vida. Y a la siguiente jornada ya aparecía, por primera vez, «EL DÍA», que conservará su cabecera, aunque sometida a distintos cambios y editándose entonces de 2 a 8 páginas diarias, siguiendo el curso de los irregulares suministros de papel.
El 15 de octubre de 1960, «La Prensa», nacida el mismo día del mismo mes, pero del 1910, cumplía 50 años de existencia y, consecuentemente, entraba de lleno en sus Bodas de Oro, las cuales pasaron desapercibidas. El periódico no publicó ninguna edición extraordinaria.
Se estudiaron nuevos planes de expansión, que culminaron en 1967 con la inauguración de un edificio, construido al efecto en la avenida santacrucera de Buenos Aires, en el número 69. Se disponía en esta nueva etapa de siete linotipias, modernos equipos de fotograbado y teletipos y una rotativa «Vomag», para 24 páginas, de alta velocidad y perfecta impresión. Se incorporaron después un equipo de telefotos y otros servicios complementarios, exponentes del afán de progreso que siempre ha animado a la Empresa, primero en vida de su propietario y fundador, Leoncio Rodríguez, y en la actualidad, constituida por sus herederos.
La «Marinoni» llegó a Tenerife entre finales de 1974 y principios de 1975. La Redacción y los talleres de «EL DÍA» aún se encontraban en el edificio que actualmente ocupa la sede de TVE-C en Tenerife.
Desde el 23 de junio de 1980, la «Marinoni» comienza a latir dos veces al día. De madrugada, para tirar «EL DÍA», y a media mañana, para hacer lo propio con «Jornada». Todo un reto y un récord. Pero la nueva máquina ya descansa. A las máquinas, como a las personas, les sucede lo mismo: padecen el cambio generacional, qué duda cabe. Después de esto se hizo precisa la compra y puesta en marcha del modernísimo sistema de composición «fotocomposición», que permite la confección y tiradas de ambos diarios en tiempos asombrosamente cortos y que deja márgenes suficientes para la edición de otras publicaciones y trabajos de diversa índole.